A diez kilómetros de Llanes, en la aldea de Cuanda y con nombre de cuento, se encuentra La Montaña Mágica, una casona asturiana situada en un enclave de excepción. Y por espacio no será: cincuenta mil metros cuadrados de finca para pasear, leer, montar a caballo, disfrutar del paisaje o perderse en la tranquilidad que nos regala el lugar.
Esta casona fue construida por el marqués de los Altares a mediados del siglo pasado, cuando la finca se utilizaba como lugar de esparcimiento y de caza. En 1940 pasó a ser propiedad de los caseros de aquella época y fue utilizada como granja y dedicada a las labores del campo. Carlos Bueno, el actual propietario, la adquirió en 1992 y durante los tres años siguientes se dedicó a reconstruir la quintana siguiendo las pautas de la arquitectura tradicional. Y por fin, a partir de 1995, se abrió al turismo rural.
Con hórreo y cuadras. Esta quintana está compuesta por un conjunto de edificaciones de carácter tradicional dispuestas de forma escalonada siguiendo el desnivel del terreno. Aún se conservan el hórreo y las cuadras, y algo apartada de la casa se encuentra la huerta, que surte de verduras la despensa de la cocina. Si queremos llevarnos algún producto asturiano podemos adquirir “verdinas”, una especie de haba que se cultiva en estas tierras y cuyo consumo es cada vez mayor entre las familias asturianas.
La casa dispone de cinco habitaciones dobles –dos de ellas dúplex con capacidad para dos adultos y dos niños– distribuidas en dos niveles. Todas poseen cuarto de baño completo, televisor y calefacción, y algunas tienen chimenea y balconada donde disfrutar de las puestas de sol. Y como pensamos que nada mejor que pasar las últimas horas del día con un buen libro en la mano, puede pedir a Carlos alguna de las versiones de La Montaña Mágica de Thomas Mann, que ha ido coleccionando en los últimos años.
Si lo que queremos es participar en la vida de la casa deberemos acudir al comedor o al salón con chimenea, donde disponemos de juegos y biblioteca en un ambiente acogedor. La decoración de la casona es funcional, sin lujos pero con todas las comodidades. Merece la pena destacar el buen estado de conservación de los techos artesonados.
A lomos de un asturcón. En esta montaña es imposible aburrirse. El principal entretenimiento para muchos de tos visitantes son los asturcones, los caballos que, a pesar de haber estado a punto de desaparecer, habitan estas tierras desde hace más de 3.000 años. A lomos de los asturcones se puede pasear por los alrededores de la casa, siguiendo varios itinerarios –al ser más pequeños que los caballos comunes, más de uno se anima a iniciarse en la equitación–. De hecho Carlos ya tiene previsto abrir una escuela de equitación en breve. Otro proyecto consiste en abrir un taller de carpintería para realizar cursos de talla, con el fin de ofrecer una alternativa interesante para quien desee adquirir conocimientos y convertir sus vacaciones en algo instructivo a la vez que placentero.
La comida de La Montaña Mágica es abundante, casera y sencilla. De momento, sólo podemos optar por un menú fijo con alguna opción a la hora de elegir platos. Sin embargo es la amabilidad de los propietarios la que hace agradable la estancia. La cena es un buen momento para entablar conversación con los dueños o con los demás huéspedes. Y si queremos salir de la casa, en los alrededores encontraremos varios lugares donde degustar la contundente comida asturiana. Pregunte a Carlos y él le recomendará algún restaurante cercano.
En cuanto a nuestras excursiones, podemos optar entre la montaña o el mar. Estamos a diez kilómetros de las mejores playas de Llanes –como Torimbia o Celorio–, a veinte de Arenas de Cabrales y a treinta de Cangas de Onís. Y en un radio de veinticinco kilómetros se encuentra la mayor concentración de cuevas de pinturas rupestres y abrigos prehistóricos de toda Asturias, entre los que están El Buxu y El Pindal. Es precisamente esta variedad de posibilidades la que hace que La Montaña Mágica cuente con clientes durante todo el año. No se deje amilanar por el supuesto mal tiempo del norte en determinadas épocas. Los valles asturianos guardan inmersas posibilidades y son muchos los que huyen de las aglomeraciones de verano, en busca del sosiego de las excursiones que proporciona el otoño. Porque si lo nuestro es el senderismo, hay varias excursiones para elegir, desde la subida a Pico Cuanda hasta un paseo por el conjunto de Samoreli.
Y cuando terminemos con nuestras rutas, vuelta al descanso. Llegar hasta la casa no es difícil si se siguen las indicaciones. Saliendo y cogiendo la autoría desde Ribadesella hacia Llanes, hay que tomar la salida de Naves-Villahormes. Nada más salir, seguir las indicaciones hacia Posada –a 2 kilómetros–. Desde este pueblo surge la carretera hacia Cabrales. Continuando por esta carretera, 5 kilómetros después de abandonar Posada se llega a La Herrería, un pequeño pueblo donde arranca una desviación a la derecha que cruza un puente y se dirige hacia El Allende. A medio kilómetro de allí, por un estrecho camino de cemento, encontrará la casona.